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Los últimos momentos de la vida de Jesús, registrados en Marcos 15:33-39, son tanto inquietantes como poderosos. La escena se establece con una oscuridad sobrenatural descendiendo sobre la tierra al mediodía. Esta oscuridad, según Flegón de Tralles, no fue causada por un eclipse natural, sino más bien por la intervención de Dios. A medida que la oscuridad envolvía la tierra, Jesús colgaba en la cruz, abandonado, ridiculizado, humillado y torturado. Sus últimas palabras, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?, pronunciadas en arameo, resonaron a través de la oscuridad. Los espectadores, incapaces de ver con claridad, oyeron estas palabras y creyeron erróneamente que Jesús estaba llamando a Elías. Al leer los últimos momentos de la vida de Jesús, tal como se registran en Marcos 15:33-39, hay un versículo en particular que destaca - el versículo 39. Este versículo se centra en la declaración del oficial romano después de presenciar la forma en que Jesús murió en la cruz. El oficial miró con asombro mientras la oscuridad cubría la tierra, y Jesús exhalaba su último aliento. Pero