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los feroces vikingos marinos eran temidos invasores escandinavos desde finales de los 700 d.C. Durante más de tres siglos, sus barcos llevaron a los guerreros despiadados a tierras cercanas y distantes, que incluían las islas británicas y el norte de Europa. Se aventuraron tan lejos como el norte de África, el Medio Oriente, el Mediterráneo y la actual Turquía y Canadá, combatiendo como piratas, asaltantes y comerciantes. Los viajeros vikingos formaron asentamientos y gobiernos en muchas partes del mundo, estableciéndose a sí mismos y a sus descendientes como gobernantes y nobleza. El dicho de que todos llevamos un poco de ADN vikingo probablemente no es demasiado inexacto para muchos descendientes. La era vikinga en Inglaterra comenzó en serio en junio de 793, cuando los vikingos destruyeron la abadía en Lindisfarne, una isla considerada sagrada frente a la costa noreste. La profanación del puesto sagrado fue descrita por Elkowin, un erudito anglosajón en la corte de Carlomagno, quien declaró: nunca antes había aparecido tal terror en Gran Bretaña, nombrando a los atacantes como paganos de
