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Yo acuñé mi propia definición de éxito en 1934, cuando enseñaba en una escuela secundaria en South Bend, Indiana, sintiéndome un poco decepcionado, y [desilusionado] quizás, por la forma en que los padres de los jóvenes en mis clases de inglés esperaban que sus jóvenes obtuvieran una A o una B. Pensaban que una C estaba bien para los hijos de los vecinos, porque todos eran promedio. Pero no estaban satisfechos cuando los suyos -- eso haría que el maestro sintiera que ellos habían fallado, o que el joven había fallado. Y eso no está bien. El buen Señor en su infinita sabiduría no nos creó a todos iguales en lo que respecta a la inteligencia, así como no somos iguales en tamaño, apariencia. No todos podían obtener una A o una B, y no me gustaba esa forma de juzgar, y sabía cómo los exalumnos de varias escuelas en los años 30 juzgaban entrenadores y equipos atléticos. Si ganabas todos, eras considerado de ser razonablemente exitoso -- no completamente. Porque descubrí -- tuvimos varios años en UCLA donde encontramos
