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Los últimos días de la vida de Jesús, fueron tan trágicos como los de cualquier otro en la historia humana. Hombres y mujeres despiadados se burlaron de Él, le escupieron encima, le golpearon. Y en medio de toda esta violencia, había un hombre que tenía el poder de detener toda la tortura, un hombre que podía llamar a los soldados romanos, y salvar a Cristo de ser crucificado. Su nombre: Poncio Pilato, el funcionario romano que gobernaba esa área de Judea en el momento de la muerte de Cristo. La historia de la crucifixión apenas puede ser tocada sin mencionar el nombre de este funcionario romano que sentenció a Cristo a muerte, a pesar de que Pilato sabía que Él era inocente. Pero, aunque la Biblia menciona a Pilato en varias ocasiones, su nombre no pudo ser encontrado entre las evidencias arqueológicas. Durante cientos de años, no se pudo producir inscripciones en piedra u otra evidencia física que apoyara la idea de que un hombre llamado Pilato hubiera tenido algo que ver con Jesús o Judea. Debido a esto, muchas personas se burlaron de la Biblia. Afirmaron que los escritores creativos de la Biblia concoctaron