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Si alguien en una posición de autoridad te dijera de dejar de caminar sobre el césped, dejarías de caminar sobre el césped, ¿verdad? Y si te dijeran que ayudaras a la abuela de alguien a cruzar la calle, o recoger el excremento de tu perro, o ponerte los zapatos antes de entrar a una tienda, probablemente cumplirías. Pero, ¿qué pasaría si te ordenaran hacer daño físicamente a otra persona? Probablemente estés pensando ¡De ninguna manera! Nunca podría hacer algo así. Pero hay una buena posibilidad de que estés equivocado. A principios de la década de 1960, el psicólogo de la Universidad de Yale Stanley Milgram comenzó lo que se convertiría en uno de los experimentos más famosos y escalofriantes de la psicología social. Milgram comenzó su trabajo durante el juicio ampliamente publicitado al criminal de guerra nazi de la Segunda Guerra Mundial Adolf Eichmann. La defensa de Eichmann, junto con otros nazis, por enviar a millones de personas a su muerte, era que simplemente estaba siguiendo las órdenes de sus superiores. Y aunque eso puede haber sido cierto, no funcionó en la corte y Eichmann fue finalmente ejecutado por sus crímenes. Pero
