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En los tiempos antiguos de la Biblia, muchas sociedades vivían bajo reyes que reclamaban un estatus divino y se referían a sí mismos como la imagen de Dios, poseyendo la autoridad para dictar valores morales y mandamientos. Estos reyes a menudo creaban estatuas, conocidas en hebreo como tselem, que se traduce como ídolo o imagen. Sin embargo, Israel tenía una creencia distinta; no veían a sus reyes como dioses y se abstenían de crear imágenes de Dios, adhiriéndose al principio de que el creador no puede ser confinado a ninguna creación. Esta creencia era única y surgió de la comprensión de que Dios ya había hecho imágenes de Sí mismo, lo que implicaba que los humanos poseen esta representación divina, lo que negaba la necesidad de ídolos físicos.
